Syrah podría ser una deformación de un par de palabras persas que
significan algo asi como “remedio de los reyes”. La leyenda cuenta que un había
un rey (Shá) apasionado por las uvas frescas, las hacía cultivar de diferente color
y fragancia y las disfrutaba durante todo el estío. Una vez, con el otoño ya
cerca hizo guardar los últimos racimos en ánforas al interior de una de las
habitaciones del palacio. Al par de semanas, antojado de uvas las envió a
buscar, pero el siervo volvió triste contando que de las tinajas escurría un líquido
espeso cuyo olor en nada se parecía a la dulzura de los frutos. Entonces tuvo la
certeza de que el líquido era venenoso por lo que lo hizo saber a sus
cortesanas. Una de ellas había perdido los favores del rey por lo
que se introdujo apenada en la habitación con el ánimo de suicidarse, bebió un sorbo
del espeso líquido sintiéndose mareada, temblaronle las piernas y el corazón
rebosó dentro de su pecho, tomó entonces una jarra, la llenó de aquel líquido y
se encaminó a las habitaciones reales. El rey, extrañado por la imagen de
felicidad de su cortesana se animó a probar la bebida, y surtió efecto. Juntos
bailaron, rieron y se amaron. Por esta acción ella reconquistó los favores de
Shá, y la humanidad ganó el privilegio del vino.
Plutón y Proserpina
Bernini, 1622
Mármol
No pretendemos la ambición ni el talento del genio Gian
Lorenzo Bernini, quien con pocas y precarias herramientas dejó chico al
mismísimo Michelangelo. Si pretendemos en cierta forma seguirle, proponiendo hacer con lo escaso algo cuantioso, hacer
de las uvas el mármol para con solo nuestras manos cavar, descubrir y texturar las
formas del vino, formas honestas, vivas y felices.